Y
ahí, subiendo, caminando, me encontré con lo parecido y familiar que me resulta
esta experiencia montañera con otro gran viaje de mi vida, el parto y el
posparto de mis hijas.
La
cima a veces la ves y otras no, a veces parece cerca y otras lejos, fantaseo
sobre cómo será llegar arriba, las vistas, la cumbre, mientras sé que para
subir hace falta caminar, así de simple, un paso, respiro, otro paso, parecen
tan chicos estos pasos y sin embargo cuando miro atrás veo un gran trecho
recorrido.
Llevo
una mochila pequeña, con cosas que creo me van a ayudar, sin embargo mientras
subo echo en falta algunas y otras me sobran y las tiraría montaña abajo. Así
recuerdo la cantidad de libros, consejos recibidos, listas de qué llevar o no
al parto y lo poco que atiné, creo mi “mochila” para esa experiencia fué pesada
y poco útil y así aprendí que a la vida y al parto va bien ir con poco peso, ir
ligera y abierta.
Hay
momentos límites, de no puedo más, y aún así puedo seguir, ¿de dónde sacaré las
fuerzas? Es una extraña mezcla de cansancio, dolor, alegría y de ser pequeña
haciendo algo muy grande. Subir la montaña duele a ratos, se disfruta a ratos,
no por ello dejo de hacerlo, no buscaría una ayuda de una intervención o una
medicina salvo que estuviera en riesgo mi vida o me pasara algo o tocara un
lugar límite para mi. Me siento fuerte y capaz.
Subir
con alguien me ayuda, está claro que el esfuerzo lo hago yo sola, nadie me sube
la montaña, veo a mi pareja unos pasos más adelante, me espera, compartimos
refrigerio y agua y eso me anima, me siento acompañada.
Dice
Byron Katie que tres clases de asuntos, mios, de los demás y de Dios. De los
únicos que nos podemos hacer cargo son de los propios. Qué verdad.
Y
así, tras optar por no hacer cumbre, me pude regalar un rato extra de vistas,
de descanso, de conexión con la aceptación y el rendirse. Este un lugar conocido también en la maternidad, y desde ahí uno puede comenzar el ascenso/descenso de la montaña.
Bajar, bajar, bajar, un paso otro paso, de nuevo largo el camino, encontrando
nuevos senderos, apoyo, momentos
críticos, apoyo, cuidarse, falta de apoyo… ufff!!
Y
la sensación de bajar la montaña con los pies doloridos, el cuerpo cansado y
con alma cantarina, con una sensación de yo puedo, lo conseguí.
Ahí
me encontré con la montaña, con mis partos, con el laberinto y con el viaje de
la vida.
Un
abrazo de Otoño cálido y con olor a castaña y a hoja
2 comentarios:
Isabel ,gracias por compartir este a sentir que percibo lleno de belleza y Presencia.Bonita metáfora,para mi,de Compromiso con el «momento presente» de andar el camino ligero de equipaje y con corazón «andarin» para percibir con admiración y asombro lo recorrido,sin que los pensamientos sobrepasen ese momento y distraigan al corazón, del Misterio de la montaña,y sin eludir el sendero que se desdibuja ante los ojos con temor a dejar de Ser .«No andéis preocupados por el día de mañana» La felicidad y plenitud se encuentran aquí y ahora sea cual sea el lugar,la circunstancia o el tiempo.
Adentrándose en el laberinto de la travesía unas veces sol@ y otras en compañia la consciencia se expande y se libera una gran fuerza que es el impulso mismo de la vida que con generosidad infinita y transformadora expande nuestro corazón maternal/paternal.
Gracias Isabel,me ha encantado !:)
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