Después del cambio de ritmo, actividades, paisajes...empezamos el mes con la perspectiva de la vuelta al cole, las fiestas de la ciudad, el otoño...
Aunque no es un tema del que escriba habitualmente, estos días me han venido reflexiones encontradas con el famoso tema de los límites, y me he animado a compartir algunos descubrimientos, ideas y parte del proceso por el que todavía transito y todavía no se ha terminado de desplegar.
Estos días he visto un vídeo de una psicóloga argentina acerca de educación y entre muchos temas uno de los que tocaba es el de los dichosos límites.
Aunque en el vídeo había algunas aseveraciones de sentido común, más o menos acertadas según mi opinón, me he revuelto al oir hablar de los "límites" exponiendo cómo los padres deben hacer valer su autoridad, no permitir ni preguntar ni permitir las opciones- sobre comida, ropa, visitas, actividades etc- que ser padre es ser chungo, no ser amigo de los hijos, de cómo los padres están asustados !¡ de sus propios hijos, y la medicina de todo esto es poner unos límites claros, por su bien, para hacer valer la autoridad, tan necesaria para educar hijos de bien y buenos ciudadanos... Más o menos algo así, en versión libre mía, pero con las ideas fundamentales más típicas que ya he oido varias veces, sobre todo por parte de profesionales de la psicología, con lo cual el impacto, si cabe, a veces es mayor.
Así que me preguntaba qué es lo que me ralla tanto de este discurso, más allá de mi parte y mi rebelión a la autoridad que se me escapa, qué hay de eso de ser los malos de la peli que no me cuadra, también más allá de las imágenes ideales de familia y de maternidad que a veces me inundan- por contraposición a la realidad- y que parece he incorporado en el disco duro de mi cabeza en algún momento de mi vida...
Pues leyendo un libro- que os recomiendo- encontré algunas ideas interesantes, el libro se titula "Ser feliz No es necesariamente cómodo" de Thomas DÁnsembourg, tengo otro libro de este autor y cuando lo vi en una librería ni lo dudé y me lo compré. El autor es psicoterapeuta y formador de Comunicación no violenta- CNV-, un enfoque que me entusiasma y me inspira y que espero algún día poder traer a mi ciudad.
En una parte del libro Thomas escribe... "Cuando estudiamos un caso concreto en un taller de CNV, casi siempre podemos constatar que la persona no logra poner límites al otro, porque no logra ponérselos a sí misma, no logra atreverse a decir: "Alto, para mí ya basta!, no logra atraverse a decir NO enérgicamente informando con claridad sobre sus sentimientos y sus necesidades, al mismo tiempo que escucha y respeta los sentimientos y necesidades del otro. Inconscientemente, tales personas tienen miedo de que el desacuerdo sea desamor, de que el otro tome la expresión de sus límites como un rechazo o un pretexto para dejar de amarlas, respetarlas o acogerlas".
"Y esto es toda la cuestión: es mucho más incómodo aprender a conocerse verdaderamente, a respetarse a uno mismo ya delimitar la propia manera de ser que decir al otro lo que debe hacer prescribiéndole unos límites"
Y ahí he visto, me he visto, en mi poca claridad y conciencia a veces de saber cual es MI límite, de ruido, desorden, de invasión, de dar... y poder decir NO, de forma respetuosa antes de que me convierta en una olla a presión y explote y entonces lo que tengo a mano, lo que he visto en mi infancia, sale compulsivo como resorte y paso a modo orden, gritos, normas inflexibles... y dejo de priorizar la RELACIÓN, la escucha al otro, la escucha a mi misma, y paso a priorizar la TAREA o la acción o la idea o vete tú a saber qué...
Y esto tan sutil creo es la base de una buena autoestima, de un buen cuidado personal, aprender a escucharme y responder a la necesidad y a su vez escuchar al otro y permitir la diferencia como riqueza de la vida.
También me resulta muy artificial eso de poner por poner límites a los niños, cuando la vida ya de por sí tiene muchos, cuando ellos en su día a día están rodeados de límites- vease horarios, normas, paredes, limitaciones corporales, etc...- es como darle más importancia al LÍMITE, como si fuera algo con vida, necesario en sí mismo, como si lo miráramos más que al propio niño... con el LÍMITE así de grande, como si fuera una muralla, nos separamos de la otra persona y permitimos que el otro se quede ahí normalmente resentido, sin haber escuchado su necesidad ni iniciando el proceso de encontrar una solución adecuada para todos.
Claro, es cansado, hace falta energía, necesito escucharme porque mis límites cambian según el momento (por ejemplo mi capacidad de aguante de ruidos disminuye mucho cuando estoy cansada o he tenido mal día), necesito tiempo porque el proceso va lento... pero veo que cuando pruebo a hacerlo así, parece la relación se hace más fluida, me siento más cercana a mis hijas, encuentro un equilibrio entre su bienestar y disfrute y el mío, y disminuye mi resetimiento, culpa y creo que el de ellas tb...
Creo esta moda de los límites está originada, en parte, además de por comodidad, educación, etc- por el pensamiento binario, frente a la ausencia de límites, poner límites... cuando quizás nos olvidamos que no sólo hay dos caminos, no hay sólo blanco y negro, sino también hay otras alternativas, y esta línea dura tiene aceptación porque los padres de mi generación solemos tender más a la permisividad que al autoritarismo, por efecto péndulo y quizás necesitaríamos explorar fórmulas alternativas, más saludables para toda la familia, y que nos permitan disfrutar de la relación con nuestros hijos... que no son nuestros amigos pero tampoco nuestros esclavos y que son personas... más bajitas eso sí ;-))
¿Qué opinais??
Un cálido abrazo de casi fin de verano
Isabel
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