Recibe aviso para las reuniones

¿Qué es el Puerperio?

Según la RAE el puerperio se define como el Periodo que trascurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado ordinario anterior a la gestación. La definición médica nos cuenta que es el periodo que comprende desde el final del parto hasta la normalización de los cambios fisiológicos producidos durante el embarazo.

¿¿Alguna vez volveremos al estado “ordinario” anterior a tener a nuestro hijo?? ¿Realmente los cambios producidos sólo son fisiológicos o algo cambia en nuestro ser, en nuestra alma, cuando somos madres? ¿El puerperio termina realmente a los famosos 40 días?

Te propongo olvidarnos del tiempo físico, acercarnos al tiempo emocional donde nos encontramos mamá-bebé, rechazar la invitación a volver a ningún estado ordinario y adentrarnos en este periodo fusión madre-hijo, cuya duración hay que descubrir y valorar de nuevo, compartir nuestros miedos, nuestras aventuras y descubrimientos.

FELIZ INMERSIÓN!

martes, 28 de abril de 2020

EL VIRUS INVISIBLE QUE HACE VISIBLE LO INVISIBILIZADO

Acuarela: Afuera/adentro
Isabel Villanueva 
Vivimos tiempos muy extraños, con mucha incertidumbre y contradicciones. Lo invisible se hace visible, los asuntos que no hemos querido ver por incómodos, como la falta de apoyos reales a nuestros sistemas sanitarios y la existencia de la enfermedad y la muerte, lo frágil de nuestra economía apoyada en los servicios y la economía sumergida, la cantidad de familias que viven situaciones emocionalmente intensas y difíciles, la violencia en nuestras relaciones y con nuestros niños y ancianos, la dificultad del sistema educativo para motivar a los niños y jóvenes y la poca autonomía dada a los maestros, el colapso de este sistema cancerígeno de expansión y de abuso de los recursos naturales, las agresiones a la naturaleza, todo ello se nos muestra de forma bien visible ante nuestra mirada.

¿Seguiremos mirando?

Algunos eligen buscar un chivo expiatorio, alguien a quien echar la culpa de lo que estamos viviendo, el “enemigo” es el virus, o el gobierno, o quizás el vecino que sale al patio con su hijo, culpa de los españoles en general, de la Unión? europea, de los chinos. O quizás la culpa de todo la tenga un murciélago o un pangolín, vete tú a saber.

Esta búsqueda (proyección decimos en psicología) de un objeto donde depositar nuestro enfado, miedo, rabia, alivia un poco el malestar al principio (es una de las razones por las que usamos este mecanismo de proyección), pero tarde o temprano el malestar vuelve, ya que no es la verdadera causa de nuestra emoción desagradable y además su “destrucción” o denuncia no soluciona el asunto en el que TODOS estamos inmersos (puede generar mucho daño y dolor, eso sí)

¿Cómo un fragmento de RNA, bien pequeño, microscópico, puede ser un enemigo tan terrible. ¿Contra quien “luchamos”? ¿Ésto es realmente una guerra?

Somos naturaleza, en nuestro cuerpo hay RNA, también hay bacterias y virus (se calculan unos 38 billones de microorganismos DENTRO de cada persona), en nuestro entorno a diario tenemos contacto con miles de estas diminutas porciones de vida. Por ejemplo, en nuestras manos se estima que puede haber una media de 3.200 bacterias de 150 especies diferentes, en otro estudio se observó que en las monedas y billetes de un dólar se podían encontrar cerca de 3.000 tipos de patógenos. Necesitamos a los microorganismos para vivir y estar sanos.
Es imposible desinfectar la tierra ni a las personas porque nosotros también moriríamos, no podemos limpiar la tierra ensuciándola, no podemos poner puertas al campo y tratar de limitar el contagio poniéndonos guantes y mascarillas, no podemos quedarnos en casa toda nuestra vida. Además erradicar un virus no elimina el problema, porque el asunto no tiene que ver sólo con el virus, tiene que ver con nuestra forma de vivir, con nuestra desconexión con la naturaleza, con la pérdida de confianza en el proceso de regulación y de sanación, con nuestra falta de límites y respeto, con nuestras ideas locas sobre la salud, la vida y los seres humanos.
No estamos continuamente enfermos, a pesar de estar rodeados y rellenos de microorganismos, muchos de ellos patógenos, porque la clave no es el microorganismo, la clave es el sustrato, es el huésped, es nuestro nivel vital, de salud, el entorno donde puede-o no-crecer y prosperar la enfermedad. Nuestro sistema inmune funciona para detectar los elementos ajenos a nuestro cuerpo, que pueden alterar nuestro complejo y delicado ecosistema. Es verdad que estamos ante un virus nuevo, desconocido, que parece ser muy contagioso e impredecible, y es difícil asumir que la medicina a veces no puede hacer mucho más que aliviar o paliar, se toca la impotencia quizás porque se ha vivido mucho tiempo en la omnipotencia. La potencia nos permite hacer lo que toca y lo que es posible. Y también nos permite ver las limitaciones que tenemos en lo científico y en lo organizativo, posiblemente porque no corren paralelamente con nuestro desarrollo humano y personal.

Quizás podamos entender que esta situación actual es mucho más que un virus contagioso desconocido suelto, que ha permitido visibilizar lo que no queríamos ver, nuestro falso apoyo en una forma de vivir autodestructiva y poco conectada con quienes somos.

¿Realmente una vacuna nos va a vacunar de toda esta locura? ¿Va a solucionar nuestra situación actual para luego volver a la “normalidad”?

Nos gustan las soluciones rápidas (tipo píldora mágica) pero me temo que esta vez no será posible, quizás podamos atravesar esta pandemia, gracias al esfuerzo de los sanitarios y de toda la sociedad, pero necesitamos también mirar las raíces de nuestros problemas y precariedades actuales para poder proponer soluciones profundas, cimientos sólidos, no un nuevo parche para ir tirando (y salir elegido en las próximas elecciones) y quedarnos en peores condiciones en la próxima crisis (estos días me vienen mucho al recuerdo muchas medidas tirita de la famosa crisis del 2008…)

Hoy, mientras caminaba hacia un herbolario cercano, atravesaba un parque, exuberante de animales, de plantas, césped sin cortar y plantas abriéndose paso por caminos y rincones y me daba cuenta del orden orgánico y un tanto caótico de lo natural, tan diferente de la naturaleza con regla y cartabón que solemos ver en los parques de las ciudades. Parece nos da miedo confiar en esta regulación de ecosistemas, en este caos orgánico de los natural que nos impacta con su belleza salvaje.

Las respuestas están visibles delante de nuestros ojos.

Poder volver a la naturaleza, nuestro hábitat, a vivir de forma más conectada y respetuosa con nuestro animal interno, con nuestras necesidades y ritmos PERSONALES. Aquí no hay recetas ni protocolos, nos ayuda la guía interna…la escucha emocional y corporal de la que nos hemos apartado con la educación-domesticación. Confiar en esta organización de los organismos que desde fuera puede parecer caótica y des-ordenada pero que es compleja, armoniosa, profunda y hermosa. Esta es la organización vital, de lo orgánico, más parecida a un bosque que a un jardín inglés, con tiempos largos de naturaleza, no de máquina y reloj.

Poder escuchar los mensajes de la enfermedad, poder revisar la incapacidad que tenemos de parar, de parar de verdad, de sentirnos dependientes, vulnerables y esponjosos como nuestros pulmones, a los que curiosamente parece que ataca nuestro sistema inmune cuando la infección se descontrola. Poder vivir sintiendo nuestra vulnerabilidad, que somos porosos, permeables y en relación con lo externo. Poder estar en presencia y contacto con lo que toca, dentro y fuera, agradable o desagradable, con lo que hay, sin ponerle juicio ni etiquetas. VIVIR.

Poder recobrar nuestro poder personal, y esto conlleva una responsabilidad, poder escuchar y reflexionar, buscar las diferentes miradas para poder escuchar un criterio propio que no copia y pega como un loro lo repetido mil veces. Poder coger las riendas de nuestra vida y nuestra salud, esto que ahora! se nos pide, quedarnos en casa con los síntomas, el no ir a los médicos por cualquier cosa, que apela a nuestra responsabilidad y sabiduría corporal, cuando llevamos años escuchando que el médico lo sabe todo, que no hace falta escucharse y que con medicación se cura todo (incluidos los males del alma?). El poder personal con autoridad personal permite reconocer la autoridad del otro y también escucharlo, pero sin desconectarse de uno entregando nuestra libertad y autonomía.

Esto se relaciona con el poder tejer redes de apoyo y solidaridad, crear ecosistema humano, de colaboración e interdependencia, dejando las libertades individuales en manos de los individuos y regulando el campo de juego básico con unas normas básicas donde existe el respeto y se fomenta el intercambio, la solidaridad y el trabajo y aportación de las personas. (Y al decir personas no hablo de grandes empresas sino de personas). Esta es la respuesta “femenina” ante el estrés, de diálogo y cooperación, mediada por la oxitocina, que no es tan ampliamente conocida como la respuesta ataque/huida e inmovilización. Y pongo femenina entre comillas para referirme a una respuesta con energía femenina, no adscrita a un sexo determinado. Necesitamos más ternura y maternaje y menos violencia y exigencia.

Retomar esto que hemos descubierto importante cuando nos ha faltado: Lo importante que son las manos, el cuerpo  y el contacto para transmitir, el acompañamiento en los rituales colectivos y las reuniones familiares, la importancia de los vínculos, los elementos naturales que nos ayudan en la salud y tanto echamos en falta, el aire limpio, el sol, los buenos alimentos, la tierra en nuestros pies. Si nos quedara poco tiempo de vida, estoy segura nadie lo utilizaría para trabajar más.

Los seres humanos somos resilientes, tenemos recursos, somos creativos, podemos utilizar nuestra energía sobrante (aquí hablo de las personas que no sólo están sobreviviendo, sino que tienen lo suficiente y un poco más) para darnos cuenta y conectarnos con lo que se necesita en cada momento, si no malgastamos nuestra energía en vigilar al otro, criticar, enfadarnos por asuntos que no tienen solución, exigirnos, trabajar sin descanso, quizás la podamos colocar de forma constructiva en contribuir que en nuestra medida, el mundo a la salida, sea un poquito mejor.

¿Seguiremos mirando?

Isabel Villanueva RED DE MAR



5 comentarios:

Eva María Rubio Martín dijo...

Interesante y magnífica reflexión, Isabel. Ojalá,quienes debieran estar tan cuerdos para tomar decisiones,tuvieran más empatía por el mundo, y decidieran trabajar conjuntamente, en vez de priorizar intereses y echarse cosas en cara. Yo desearía, no volver a "la normalidad", creo que no nos sienta bien. ¡A! y me encanta la acuarela. Abrazos.

Carolina dijo...

Pararse a pensar en lo importante y en lo superfluo, el contacto con los demás y con la naturaleza, muchas gracias por tu reflexión y tu acuarela Isabel

Unknown dijo...

Prrviosa reflexion, me ayuda a bajar de la nube, caminar descalzo por la tierra, ir despacio, disfrutando el regalo de la vida que nos rodea. Frenar, respirar, sentirme en paz, arropado por la Tierra y sus seres. Gracias

Armando va a la escuela dijo...

Maravillosa reflexión, para pensar detenidamente y volver al mundo, al origen y a lo realmente importante y valioso de la vida. Gracias!

Juan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.